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San Nicolás

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Recorrido histórico

Situado en el centro de la ciudad de Murcia, este bohemio y castizo barrio, cuyo epicentro no es sino una hermosa iglesia de matices madrileños, ha pasado de ser un barrio encerrado en sí mismo a convertirse en una cita obligada para los murcianos que discurren por las calles de la ciudad en busca de citas gastronómicas, culturales y, como no, sociales.

Iglesia de San Nicolás

Si como habitantes árabes de la Murcia medieval hubiéramos vivido en los inicios del siglo XII y hubiéramos tenido la necesidad de visitar un baño público para refrescarnos, hubiéramos encontrado una magnífica instalación en la misma calle de San Nicolás. En efecto, durante la Edad Media, el barrio de San Nicolás, situado intramuros y muy cerca del centro político y religioso de la ciudad, fue ¿ conforme avanzó el tiempo y siguiendo un orden¿ lugar de asentamiento de artesanos, cementerios, baños y viviendas. Así, la arqueología nos ha enseñado que en el siglo XI los límites de la ciudad se hallaban en el barrio de San Nicolás, de modo que los artesanos, cuya actividad podía ser molesta y contaminante, y los cementerios, cuya presencia exigía una prudencial distancia, se ubicaron entre sus calles; a su vez, desde el siglo XII, conforme se trazaron y construyeron las murallas, una vez que la zona industrial se trasladó en su mayor parte a los actuales barrios de San Andrés y San Antolín, fue el turno los baños y las viviendas, algunos de los cuales se edificaron sobre cementerios, como el caso del baño de la calle San Nicolás. Conforme nos acercamos a la fecha de la Reconquista de Murcia (1243 - 1266) los vestigios materiales nos indican que San Nicolás fue un barrio de una entidad social considerable como lo demuestra la gran mansión excavada en los años ochenta.
 

Calle de San Nicolás

Con la llegada de los pobladores castellanos, el barrio de San Nicolás fue uno de los que experimentaron un súbito despoblamiento hasta bien entrado el siglo XVII: entre sus causas podemos destacar la gran extensión de la ciudad, la tendencia a ocupar los barrio de Santa María y Santa Catalina, y la pobre cantidad de habitantes en la ciudad. Este aislamiento del barrio permitió que floreciera, desde la Edad Media, la prostitución entre algunas de sus calles de ahí que una de las más transitadas del barrio adquiriera el nombre de Cuesta de la Magdalena. Así las cosas, con la construcción de algunos palacios ¿como el de los Riquelme, por poner un ejemplo¿ el barrio fue adquiriendo nuevamente notoriedad y prestigio. Más prestigio atesoró con el asentamiento entre sus calles, del célebre escultor Francisco Salzillo y la construcción de la nueva iglesia de San Nicolás, patrocinada por el médico murciano Diego Mateo de Zapata en 1748; igualmente, en los años centrales del siglo XVIII por iniciativa del obispo Belluga fue construida la casa-hospicio de Santa Teresa para el cuidado de los niños huérfanos de la ciudad. Estos tres elementos señeros del barrio han hecho que desde entonces el barrio de San Nicolás haya quedado prácticamente inalterado hasta el día de hoy, únicamente cambiado por la evolución de sus viviendas, en función del desarrollo material de sus habitantes.

 

Lugares con historia

Son muchas las esquinas, los callejones y los solares que esconden una parte de la historia de un barrio, a continuación, a través de un recorrido, vamos a relatar algunos detalles, anécdotas y curiosidades, como ejemplo del enorme esplendor del barrio de San Nicolás.

Calle de Riquelme

Arrancamos nuestra visita al barrio en la bocacalle de la calle Manresa, calle salón que nos invita por un lado a penetrar en el jardín de Santa Isabel y por otro, a:

La calle de Santa Teresa. Límite entre la parroquia de San Miguel y la de San Nicolás, fue durante muchos cientos de años, el límite septentrional de la ciudad de Murcia. La muralla, con sus 14 metros de altura y sus torres almenadas, dominaba el paisaje de este lugar; el foso, que discurría paralelo a él fue cimbrado por los frailes Teresos que fueron asentados al final de la misma allá en el siglo XVIII.

Al final de la calle de Santa Teresa, se encontraba una de las salidas más transitadas de la Murcia amurallada, en lo que es hoy la bocacalle de la calle de San Nicolás: la puerta del zoco y más tarde puerta de Santa Florentina, bautizada de este modo porque por ella entraron sus reliquias en 1594. En el siglo XVIII, por iniciativa de Luis de Belluga se demolió la puerta y la muralla para construir el Colegio de Huérfanos de Santa Teresa (1741).

Entramos en la calle de San Nicolás. Historia y tradición se dan la mano en esta calle. Por un lado por ser una de las más antiguas de la ciudad pues se remonta a época árabe, por otro por ser escenario del paso de numerosas procesiones nazarenas, entre ellas la de Nuestro Padre Jesús. Entre sus calles, el general Martín de la Carrera murió defendiendo Murcia frente a las tropas francesas del general Soult.

Algunas de las callecitas que desembocan a San Nicolás tiene su propia historia y personalidad: son Brujera y Aistor, cuyos nombres nos retrotraen al Siglo de Oro y a personalidades políticas de la Murcia de entonces.

Plaza Mayor

A un lado de la calle advertimos la bella portada de la iglesia de San Nicolás. Antigua iglesia medieval, la actual fue costeada por el médico murciano Diego Mateo de Zapata, llevándose a cabo las obras desde 1736 a 1743. Como anécdota diremos que los medallones de relieve de las entradas son obra de Francisco Salzillo y reproducen la apoteosis de San Nicolás de Bari. Junto a ella:

La Plaza Mayor. Al no contar Murcia con ninguna plaza mayor al estilo de las ciudades castellanas, durante la Edad Media se intentó que la plaza de Santa Catalina cumpliera esa función hasta que en los últimos años del siglo XX vio construirse nuestra plaza que recibió tal denominación.

La salida natural de esta plaza en dirección al centro es la Cuesta de la Magdalena. Calle de gran tradición histórica, al estar situadas en sus inmediaciones los prostíbulos de la ciudad personas piadosas promovieron la construcción del llamado Asilo de las Arrepentidas (1618), bajo la advocación de la Magdalena. De ese modo ha pervivido el nombre hasta la actualidad.

Plaza Mayor

Perpendicular a ella se encuentra la calle Vinadel, lugar de residencial del genial Francisco Salzillo y donde tenía el taller que vio salir obras cumbre de la escultura barroca universal. La salida de la calle Vinadel no es otra que:

La plaza de Santa Isabel. Sobre el solar del convento de las Isabelas -establecidas en Murcia en 1443- fue demolido en 1835 abriéndose la plaza para convertirse en un jardín. En 1889, por iniciativa de Javier Fuentes y Ponte, se erigió una estatua a la fama en cuyo pedestal lápidas de bronce recogían los nombres de los personajes más ilustres que había tenido Murcia. En la actualidad, tras muchas reformas se ha tratado de recuperar el espíritu decimonónico de la plaza.